EL EXTRANJERO (Albert Camus)
Pues bien, habré de morir. Antes que otros, era evidente. Pero todo el mundo sabe que la vida no merece la pena ser vivida. No ignoraba, que en el fondo morir a los treinta o a los setenta años no tiene gran importancia porque naturalmente, en ambos casos, otros hombres y otras mujeres vivirán, y así durante miles de millones de años. Nada resultaba más indiscutible, en realidad. Era yo siempre el que moría, ahora o dentro de veinte años. En ese momento, lo que me molestaba un poco en mi razonamiento era el brinco terrible que sentía en mí al pensar en veinte años de vida por venir. Pero no tenía más que ahogar esos pensamientos imaginando lo que estos serían cuando, de todos modos, la hora hubiese de llegar. Desde el momento en que se muere, el como y el cuando, no importan, es evidente.