EL PRINCIPITO. XXI (Antoine de Saint-Exupéry)
El zorro insistió:
-Mi vida es monótona. Yo cazo a las gallinas y los hombres me cazan a mí. Pero todas las gallina se parecen, y todos los hombres se parecen; me aburro un poco. Pero si tú me domesticas mi vida se llenará de sol. Habrá un ruido de pasos que será diferente de todos los otros para mí, aunque todos los ruidos de pasos me hacen esconderme habitualmente, el tuyo me llamará, como música, afuera de la madriguera. Y además, ¡Mira! ¿Puedes ver a lo lejos los campos de trigo? Yo no me alimento de pan, esos campos para mí no significan nada, ¡Es triste! Pero tu cabello es de color oro. Cuando me hayas domesticado será algo maravilloso porque el trigo dorado se convertirá en un recuerdo de ti. Amaré el sonido del viento entre el trigo...-El zorro calló y miró largo tiempo al principito-. Por favor... domestícame! -dijo.
-Me gustaría -respondió el principito-, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas en los mercados. Pero no existen mercados de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo domestícame.
-¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.
-Hay que ser paciente -contestó el zorro-, te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no me dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
-Hubiese sido mejor volver a la misma hora - dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; descubriré el precio de la felicidad. Pero si vienes a cualquier hora, nunca podré preparar mi corazón. Los ritos son necesarios...
-Mi vida es monótona. Yo cazo a las gallinas y los hombres me cazan a mí. Pero todas las gallina se parecen, y todos los hombres se parecen; me aburro un poco. Pero si tú me domesticas mi vida se llenará de sol. Habrá un ruido de pasos que será diferente de todos los otros para mí, aunque todos los ruidos de pasos me hacen esconderme habitualmente, el tuyo me llamará, como música, afuera de la madriguera. Y además, ¡Mira! ¿Puedes ver a lo lejos los campos de trigo? Yo no me alimento de pan, esos campos para mí no significan nada, ¡Es triste! Pero tu cabello es de color oro. Cuando me hayas domesticado será algo maravilloso porque el trigo dorado se convertirá en un recuerdo de ti. Amaré el sonido del viento entre el trigo...-El zorro calló y miró largo tiempo al principito-. Por favor... domestícame! -dijo.
-Me gustaría -respondió el principito-, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas en los mercados. Pero no existen mercados de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo domestícame.
-¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.
-Hay que ser paciente -contestó el zorro-, te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no me dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
-Hubiese sido mejor volver a la misma hora - dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; descubriré el precio de la felicidad. Pero si vienes a cualquier hora, nunca podré preparar mi corazón. Los ritos son necesarios...
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